«…Irene Arcos da una lección de calidad interpretativa llevando a cabo un doble esfuerzo, pues en cuestión de segundos da un salto en el tiempo, desdoblando su personaje en dos, el de una niña que se quiere comer el mundo, a una mujer a la que el mundo se le ha empachado. Sorprende la madurez que logra en tan poco tiempo, cómo es capaz de mostrar los surcos del alma que dejan los años…»

Lágrimas, mocos y sangre (artículo completo)

Cartel de "Lágrimas, mocos y sangre"Cartel de “Lágrimas, mocos y sangre”

Como ya hemos dicho en alguna ocasión, una de las grandes satisfacciones que nos ha dado crear este espacio, además de que cada día nos leáis, es la de haber encontrado personas en el camino que con gran generosidad nos dan la oportunidad de disfrutar del proceso de trabajo de sus proyectos, o de un ensayo general, etc.

Es el caso que nos ocupa, pues hace unos días tuvimos la suerte de poder acudir a una previa de “Lágrimas, mocos y sangre” en el hall del Teatro Lara, un lugar que por su encanto y gran acierto a la hora de programar, se está convirtiendo en referente de calidad en el circuito off madrileño.

Hablemos primero, para adentrarnos en el universo de esta obra, de la sinopsis. “Lágrimas, Mocos y Sangre” es la historia de Paquito, un boxeador de finales de los años ochenta, quien tras una prometedora y efímera carrera, acabó como tantos pugilistas, en el olvido. A través de los recuerdos de dos mujeres fundamentales en su vida, va completándose el puzzle que supone la vida de este deportista. Por un lado Vanessa, la novia de juventud de Paquito que aspira a convertirse en una gran actriz; por otro Pilar, la hermana menor de su mejor amigo que sueña con convertirse en boxeadora, como su fallecido hermano.

Leyendo el argumento, uno puede pensar que estamos ante una historia de amor a tres bandas con la acción como telón de fondo, por aquello del boxeo. Y aunque algo de cierto hay, esta historia va mucho más allá, se aleja de esa capa superficial y se adentra en las motivaciones, en algo mucho menos tangible como son los sentimientos de culpa, o la amistad, pero eso es algo que desgranaremos más adelante.

Irene Arcos y Jorge Cabrera en "Lágrimas, mocos y sangre"Imagen de “Lágrimas, mocos y sangre”

Con la dramaturgia de Óscar Sanz Cabrera, quien también dirige junto a Noé Denia, el montaje de “Lágrimas, mocos y sangre” ha sido un proceso lento en el que todo el equipo artístico ha colaborado durante cerca de dos años a partir de un esqueleto de acción. A través de improvisaciones guiadas por parte del autor y la dirección, se fueron construyendo los personajes, por lo que estamos ante actores que además son co-creadores. Esta forma de trabajar se nota sobremanera en el resultado final, siendo una conjunción muy elaborada que consigue llegar al espectador casi inmediatamente.

El texto está atravesado por un ritmo rápido que no decae en la hora y media de función. El respetable quiere conocer la complejidad que entraña el personaje de este boxeador y para ello se sumerge de lleno en la historia gracias a una narración que engancha. En este punto, cabe alabar la maestría con la que está dirigida esta obra, una dirección que crea un maravilloso compendio de imágenes que beben del lenguaje cinematográfico y que ponen de manifiesto que en ocasiones, más vale maña y talento, que producción.

Comentábamos con anterioridad que se ahonda en aguas más profundas de lo que a priori pueda suponerse. La culpa es uno de los grandes temas que sobrevuelan la función, pero también las consecuencias que de ella se derivan, cómo un momento concreto se convierte en el punto de inflexión de una vida. Una dura e intensa reflexión sobre lastres arrastrados que pesan y sobre la incapacidad de desprenderse de ellos, cuestión de la que dan cuenta los tres personajes. Pero no solamente el sentimiento de culpa es el protagonista, pues de nuevo el poso que deja la familia también juega un importante papel. La amistad, la ambición, el éxito, el fracaso o la soledad son los hilos que mueven las marionetas de este ring.

Imagen de "Lágrimas, mocos y sangre"Imagen de “Lágrimas, mocos y sangre”

¡Qué decir de las interpretaciones! Sobre las tablas un trío de actores que han demostrado sobradamente su talento, sus generosas aptitudes. Jorge Cabrera da muestras de buen hacer y de una excelente interiorización del personaje, pues está soberbio en su interpretación de Paquito. Jorge está tierno, violento, hosco, torpe y sobre todo inmenso. Por su parte, las partenaires femeninas no se quedan atrás. Irene Arcos da una lección de calidad interpretativa llevando a cabo un doble esfuerzo, pues en cuestión de segundos da un salto en el tiempo, desdoblando su personaje en dos, el de una niña que se quiere comer el mundo, a una mujer a la que el mundo se le ha empachado. Sorprende la madurez que logra en tan poco tiempo, cómo es capaz de mostrar los surcos del alma que dejan los años. Alicia Lobo está sencillamente sensacional en la piel de una mujer tímida con un bagaje agrio, con experiencias vividas que una niña nunca debería vivir. Y todo ello lo muestra de una manera transparente y con mucha convicción, y sobre todo sin caer en la oscuridad que podría haberle dado a este sombrío personaje.

“Lágrimas, mocos y sangre” supone, en la opinión del que escribe, un nuevo acierto en la programación del off del Lara, y como tal auguramos éxitos para esta producción de la compañía La Partida.

En el hall del Teatro Lara desde el 11 de marzo hasta el 15 de abril, los martes a las 22h.